martes, 18 de mayo de 2021

Dialogo Nacional para la Reforma Democrática del Estado: Jaime Martínez Veloz

Tijuana, BC.- Jaime Martínez Veloz, candidato a la diputación federal del Quinto Distrito de Tijuana en la coalición "Va por Baja California", conformada por los partidos PRI, PAN y PRD, expone sus propuestas para el 2021 con la iniciativa de un Diálogo Nacional para la Reforma Democrática del Estado.

DIÁLOGO NACIONAL PARA LA REFORMA DEL ESTADO

La realidad actual del país ha desbordado las fórmulas tradicionales de compromiso y acuerdo entre los actores políticos y sociales.

Como causa y efecto de una sucesión de acontecimientos, surgen nuevas demandas y actores políticos y se desencadenan problemáticas latentes por los años subsecuentes. 

Este reacomodo de intereses y fuerzas, ha adquirido dimensiones que obligan a la sociedad a reflexionar sobre su propia capacidad de cambio. 

La presencia de sectores sociales y económicos, hasta hace poco instalados en una normalidad que parecía estática y que hoy reasumen sus intereses y plantean rumbos y proyectos distintos a los seguidos en los últimos años, son algunas de las principales expresiones de este nuevo contexto nacional.

Los insuficientes cambios ocurridos durante décadas de estabilidad y la presión posterior de sucesivas crisis económicas y políticas, han obligado a los actores políticos a enfrentar una realidad en la que los usos y normas no responden ya a las expectativas de la sociedad.

El descontento social necesita cauces institucionales que conduzcan a la construcción de un nuevo pacto refundacional cuya expresión sea una profunda Reforma Democrática del

Estado Mexicano. Su modelo, diseño y estructuración es una tarea que compete a todas y todos los ciudadanos de México.

La organización partidaria como fórmula democrática de convivencia, ha permitido garantizar procedimientos estables en la elección de representantes populares, sin embargo, resulta conveniente que el ejercicio partidista identifique la dimensión particular y  diferente de cada fenómeno político; así poder contribuir de mejor manera a resolver las tareas nacionales.

El dinamismo de la vida política nacional, en las últimas décadas es impresionante.

Su efecto más directo es que las tareas del desarrollo político se han extendido hasta involucrar a nuevos agentes políticos, quienes ahora resultan indispensables protagonistas en el diseño de soluciones de alcance nacional.

Para estos efectos la representatividad que ya se alcanza con la vigencia de los partidos tiene que enriquecerse con las contribuciones de otros foros, agrupaciones gremiales y empresariales, pueblos y comunidades indígenas que reúnen voluntades y consensos regionales y sectoriales de incuestionable capacidad de convocatoria e importancia.

Es de capital importancia acabar con exclusiones y resentimientos y construir una nueva concordia y unidad nacionales sobre la base de la democracia, la tolerancia y la reconciliación social.

La fórmula constitucional garantiza la integración democrática de las representaciones federal y estatales con base en criterios territoriales.

Sin embargo ésta no debe ser exclusiva, sino que debe entenderse como un espacio inicial para el diseño creativo de fórmulas que incorporen expresiones y propuestas de otros segmentos del Estado y de la sociedad; en el caso de agrupaciones sociales, asumiendo las formas orgánicas que han decidido darse a sí mismas y reconociéndoles legitimidad sin objetar su diversidad y autonomía ni condicionar, autoritariamente, su incorporación al diálogo nacional, a que adopten formatos reglamentarios de participación que ya parecen caducos.

En otro sentido, amplios sectores largamente empeñados en el desarrollo de las vías institucionales de acción política y en la preservación del Estado de derecho se irritan ante la pretensión de los Pueblos Indígenas de ser reconocidos como interlocutores para discutir el presente y el futuro de México, como si contaran formalmente con la representación suficiente.

En el campo y en la ciudad, entre asalariados, agricultores, comerciantes a escala y microempresarios, cunden la suspicacia y la incredulidad hacia las propuestas corporativas de dirigencias políticas y económicas, cada vez más lejanas de sus bases.

Es urgente salirle al paso al barrunto de la tormenta y contribuir a la formación y solidaridad de interlocutores en este enorme conglomerado, pleno de suspicacias y escepticismo hacia las iniciativas gubernamentales. Habrá que realizarse un gran esfuerzo para demostrar que el Diálogo Nacional para la Reforma Democrática del Estado, tiene una determinación incluyente, capaz de enfrentar con éxito el reto organizativo que representa lograr acuerdos con grandes grupos desarticulados por la crisis.

Es necesario incorporar a los representantes del capital productivo, a todos aquellos que arriesgan su patrimonio en empresas que hoy tienen un alto valor estratégico en la generación de empleo y en el mantenimiento de la soberanía nacional.

Los cambios en la distribución del ingreso son inevitables. El empobrecimiento sin expectativas de millones de mexicanos conduce al desgarramiento de la nación.

Una repartición moderna de la riqueza y las oportunidades sólo son posibles mediante el acuerdo de todos los involucrados, destacadamente del capital y el trabajo.

En suma, el impulso de un gran proceso de Diálogo Nacional para Reforma Democrática del Estado tiene en la actual coyuntura la mejor oportunidad para la transición hacia un nuevo régimen democrático e incluyente; que le brinde a la sociedad, la certidumbre que anhela y reclama para vivir mejor.

EL CONGRESO DE LA UNIÓN Y EL DIÁLOGO NACIONAL

En su momento, el Congreso Constituyente de 1917 fue el escenario de una etapa particularmente difícil de nuestra historia que permitió consensar el proyecto de país para el siglo XX.

El actual cuerpo legislativo tiene una responsabilidad similar en la definición y edificación de la democracia mexicana del siglo XXI.

Constitucionalmente el Congreso de la Unión es el depositario del Poder

Legislativo de la Nación, la única entidad pública facultada para promulgar leyes o reformas a la propia Constitución.

Políticamente ofrece las mejores condiciones para organizar y conducir el proceso de Reforma Democrática del Estado, por estar representadas en él todas las fuerzas políticas que integran la representación nacional.

El proceso de Reforma Democrática del Estado debe ser concebido como un sólido ejercicio de federalismo, de coordinación interinstitucional y de amplia y democrática concertación social, en el cual el Congreso de la Unión, de común acuerdo con el Ejecutivo Federal y la Suprema Corte de Justicia de la Nación, con los poderes de las entidades federativas, ayuntamientos y con una amplia y compartida visión de inclusión social, sea el eje conductor y anfitrión del gran cambio nacional.

Siendo el Congreso de la Unión el poder en el que convergen todas las fuerzas políticas que integran la representación nacional, y el escenario natural en el que deben discutirse los grandes temas de interés general, compete al Poder Legislativo, a través de sus cámaras, la organización del dialogo nacional.

Proponemos la creación de una comisión legislativa conjunta, que organice el diálogo nacional, con facultades amplias para elaborar la agenda para la construcción de Reforma Democrática del Estado, que deberá ser aprobada por las cámaras en el siguiente periodo ordinario de sesiones del Congreso de la Unión.

Lo anterior, sin menoscabo de la participación de otras comisiones ya existentes que habrán de operar tiempos, modalidades y desarrollo del diálogo.

El Congreso de la Unión es, por su esencia, el foro natural del diálogo nacional, el convocante idóneo de los poderes Ejecutivo y Judicial y de todos los actores políticos y sociales.

En él ya se concreta un nivel esencial de la voluntad ciudadana, organizada en espacios geográficos, y por la vía de los partidos, ahí se encuentra el trazo principal del espectro político[1]ideológico vigente en la nación.

No se trata de competir por titularidades con otras instancias del Estado, sino de garantizar un Diálogo Nacional que cuente, desde la médula, con las mejores condiciones desde su inicio.

Para México, una transformación social de gran calado no es prescindible, es una necesidad de cuya satisfacción dependen la paz interna, la unidad nacional, la soberanía y la integridad territorial.

Ante la inexorable trayectoria de los procesos económicos y financieros, que ha hecho perder décadas de esfuerzo a millones de mexicanos, tiene importancia capital restituir a la ciudadanía la capacidad de decidir sobre su futuro y destino.

La voluntad de un pueblo está demostrada, ésta posee una fuerza arrolladora.

Las condiciones de excepción provocadas por la crisis económica son oportunidad para que, mediante una Reforma Democrática del Estado, se recupere plenamente el estado de derecho, con la reivindicación de los compromisos constitucionales de justicia y democracia.

El Estado, las instituciones y los tres poderes de la unión deben crear las condiciones para que el ciudadano rescate el derecho de ejercer cabalmente su dimensión original, como protagonista de los procesos de búsqueda del bienestar y desarrollo político.

Reforma Democrática del Estado, con el pueblo y por la nación, es la consigna de una amplia convocatoria incluyente, que permita procesar las diferencias y la construcción de los acuerdos que la Nación reclama.

La Reforma Democrática del Estado debe trascender a cúpulas y élites para convertirse en un ejercicio profundamente democrático, cuyo requisito es la presencia activa de la sociedad en la reformulación de sus relaciones con el Estado, concebido éste como entidad subordinada a la voluntad colectiva.

El cambio hacia un nuevo régimen y una democracia moderna no podrá omitir esta sentencia.

Al Gobierno de la República, al Congreso de la Unión, a los partidos y corrientes políticas a las organizaciones sociales, empresariales y de profesionales, como suma y en particular a cada uno, tocará decidir el carácter de su participación: como compañero de viaje en el gran curso nacional o como escollo avasallado.

REQUISITOS PARA LA TRANSFORMACIÓN DE LA REPÚBLICA

La profundidad de la crisis y la propia dimensión de Reforma Democrática del Estado, entrañan dos condicionantes:

1. Ampliar la participación social, entendida como un proceso dinámico, de gran interacción social, asimilado y asumido por la sociedad y el gobierno.

2. Consolidar la credibilidad en las instituciones. En el actual tiempo de México, el diálogo abierto entre gobierno y sociedad es el único medio para restituir y salvaguardar el respeto, confiabilidad y la transformación de las instituciones de la República.

LA NECESIDAD DE LOS CONSENSOS

Reforma Democrática del Estado debe ser el resultado de un proceso de diálogo, tolerancia, acuerdo y suma de voluntades.

Requiere respeto y mutuo reconocimiento de los interlocutores y el compromiso de encontrar por la vía de las instituciones republicanas un futuro sólido para México.

Lo importante, es que todos trabajemos intensamente para alcanzar los consensos, remontar las resistencias y evitar la acumulación de tensiones.

México, tiene la posibilidad de avanzar hacia una profunda Reforma Democrática del Estado mediante un proceso de tránsito legal, negociado y pacífico, de un modelo sociopolítico y económico agotado a un escenario que ofrezca nuevos espacios y reglas de juego institucional para todos los actores políticos y sociales del país.

DIMENSIÓN DE LA REFORMA DEMOCRÁTICA DEL ESTADO

La orientación, profundidad y extensión de Reforma Democrática del Estado serán fruto de la voluntad de cambio y permanencia de la sociedad misma, expresada mediante un amplio, meditado y consensado diálogo nacional, que recoja su persistente demanda de una transformación institucional, constructiva y sin violencia.

México nunca ha abjurado de sus ideales históricos. Ellos nos definen e identifican como nación ante el mundo.

La realidad nacional demanda un nuevo pacto de unidad republicana en lo económico, en lo político y en lo social.

Es necesario, dejar de considerar la gobernabilidad como un asunto de conducción administrativa y técnica del país, para situarla como asunto prioritario del Estado, con una acción centrada en las personas, sus necesidades y aspiraciones, de modo que en una participación

democrática, plural e incluyente se impulsen acuerdos políticos del más alto nivel, con participación amplia de las fuerzas políticas y de la sociedad misma, bajo la premisa de que es el momento de reconocer a la ciudadanía el peso político que realmente le corresponde y la corresponsabilidad active en la definición del nuevo México que está reclamando.

La evaluación de la magnitud de esta situación debe ser el punto de partida para reflexionar sobre el tamaño de las Cambios que habrán de acometerse.

Los cambios que suceden y los que vendrán conforman el escenario de la transición en que la Nación está inmersa. Distintas fuerzas confrontan proyectos divergentes. Por un lado, un bloque disperso de sectores en pro de la democracia, que no acaban de ponerse de acuerdo sobre los ritmos y las tareas concretas.

La democracia no es un fin en sí misma.

Es sólo un escenario, un medio para acordar civilizadamente la solución a nuestros problemas y un modo de fijar derroteros para el futuro. La Historia nos enseña que no se llega a ella de manera inexorable. A diferencia de otros momentos históricos de cambio, el gran reto en la construcción de la Reforma Democrática del Estado es que signifique un gran avance por la vía del diálogo y la concertación.

En este sentido, la característica principal es que deberá transitar por la vía de amplios consensos.

El mayoriteo, el aplastamiento del contrario, los acuerdos cupulares entre partidos, el desprecio a las opiniones divergentes, nos han conducido a la presente situación. Ese modelo de relación política ya se agotó.

Conviene buscar las coincidencias de opinión más que exigir deslindes. Con ese ánimo, la Reforma Democrática del Estado debe ser capaz de fortalecer a las instituciones que dimanan del estado de derecho; recuperar y mantener la paz interna; ejercer y ampliar los compromisos democráticos; modificar positivamente la distribución de la riqueza y abrir paso al desarrollo. Ante la evidencia de los hechos, revirtamos el proceso: construyamos por consensos. La Nación está en juego.

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