Exal Baltazar Juan Ávila/APyPM |
Durante
los últimos años en nuestro país,
tuvieron lugar varias reformas en materia educativa, nuestro gobierno ha
llevado a cabo diversas actividades con el fin de motivar y dar continuidad a
los estudios de cada menor de edad en el territorio mexicano. Dichas reformas
recaen en numerosos e importantes aspectos del modelo educativo, como lo es el
puntaje reprobatorio, la metodología de enseñanza, así como la capacitación
docente; del mismo modo ocurre con los programas y proyectos referentes a la
educación en cada estado y los centros de estudio.
A través de todo ello se
pretende aumentar la cantidad de matrículas en cada nivel educativo, para
formar hombres y mujeres capacitados profesionalmente, competentes en todas las
áreas de su carrera y con un mayor interés por la propia superación.
Cada uno
de estos aspectos se logra paso a paso (pasos de caracol, quizá), mediante cada
proyecto, programa y reforma aprobados, como lo son las becas en cada una de
sus modalidades y niveles, los desayunos escolares, supresión de la “comida
chatarra” dentro de los planteles educativos, mejoras en las escuelas y aulas,
entrega de uniformes y útiles gratuitos, disminuir el índice de reprobados, la
creación de escuelas de tiempo completo, profesionalización mayor de los docentes
mediante cursos y capacitación constante cuyos resultados son y serán medidos
por evaluaciones distintas. Ante todas estas reformas, cambios constantes y
filosofías neófitas, se yergue un modelo un poco arcaico, aún vigente por su comodidad: el internado.
Como una opción para los padres ocupados quienes no pueden hacerse cargo de sus
hijos, los progenitores de viajes constantes y por supuesto, los más comunes:
quienes están a cargo de “niños problema”. Es una opción para los
requerimientos especiales de cada uno, pero se rige por su propio modelo
educativo. Fomentan la vida en comunidad y con ello respaldan la socialización
del niño, influyen en su percepción de tolerancia, desarrollan competencias
sociales; se les inculca un estilo de vida ordenada, con mesura y reglas
concretas, para lo cual se asigna a cada niño una serie de labores a realizar
día con día.
AMARILLO
Pese a
las capacidades que puede llegar a desarrollar un niño dada su experiencia en
un internado, no siempre es la mejor
opción, muchos llegan a tomarlo como la última o la más fácil como si hablaran
de un reformatorio. En el caso de menores conflictivos, con deficiente
expediente escolar, no es recomendable la opción del internado, ya que se
precisa un cierto grado de independencia y responsabilidad. La estancia en un
internado no debe ser resultado de una medida disciplinaria, debido a mal
comportamiento o malas notas. Los menores que perciben su situación en el
internado como producto de un castigo, se encierran en sí mismos, con lo que
resultan inaccesibles a los formadores. Tampoco resulta aconsejable un
internado en los casos en que el menor tenga un grado muy alto de dependencia
de la familia. En estos casos existe el riesgo de aislamiento, desánimo y
frustración.
Pero no
termina solo en los posibles inconvenientes, pues los internados son escuelas
arcaicas, muy arraigadas en las viejas costumbres, en donde aún se ponen en
práctica métodos de enseñanza poco ortodoxos, ya fuimos testigos de ello en
años pasados pues se dio a conocer en reportajes por todo el país, pero también
ocurre a nivel local, en nuestra perla del soconusco. Por suerte en Tapachula
los maestros no son tan extremistas como en otras partes de México pero aún
recurren, en el internado No. 11; a los varejonazos.
ROJO
Es
triste ver como nuestra gente pretende un avance educativo, profesional, como
quiere adoptar los modelos educativos y económicos de países de primer mundo,
potencias mundiales, pero no somos capaces de cambiar nuestras deplorables
conductas destructivas, maestros golpeando niños en las escuelas y en las
calles, durante sus manifestaciones disque pacíficas, fingiendo no ser
ellos, en busca de lavarse las manos
culpando al gobierno cuando sus actitudes dejan mucho que desear, mientras su
frase favorita parece ser “el fin justifica los medios”, quieren hacernos creer
y ser partícipes de una lucha supuestamente por un mejor sistema educativo, con
modelos extranjeros y nosotros no nos detenemos a observar lo lejos que están
ellos de encajar en esos modelos, para
muestra nuestro vecino primer mundista más cercano: Estados Unidos.
Estados
Unidos de Norteamérica, como ya sabemos, es creador y partícipe de grandes
adelantos científicos, posee una economía envidiable y uno de los modelos
educativos de los cuales se pretende adoptar algunos aspectos con las reformas
y metodologías, pero la distancia entre nuestros maestros y los suyos es
abismal. Los padres tienen estrictamente prohibido recurrir a la violencia
física para la educación, aún más los maestros. Sus docentes si trabajan por
vocación, ellos poseen uno de los salarios más bajos de su país, eso los incita
a ejercer la docencia por amor a enseñar; a diferencia de nuestros maestros
cuyo sueldo solo es superado por los políticos, a nuestros docentes les pagan
por hora, cuenta cada uno con sus servicios médicos gratuitos, un aguinaldo
correspondiente a 90 días de su trabajo, vacaciones, aumento de su sueldo año
con año, derecho a pensión, plaza segura e inmediata al terminar la normal,
cursos para la profesionalización con los cuales acceden a mejores puestos,
categorías y mayor sueldo, pero no olvidemos a los directores y subdirectores
quienes además de su salario como directivos, siguen ganando el de maestros,
como si dieran clases. Pero aun así se niegan, protestan por no querer ser
evaluados (¿a qué le temen? ¿a reprobar? Cómo podría reprobar un maestro que
estudia y ejerce el sistema y los
métodos educativos adecuados, ¿cómo podría ante tres oportunidades, como se hace con los alumnos?) y recaen en vandalismo, agreden a civiles, a estudiantes dentro y
fuera de las aulas, jamás hacen una
huelga en vacaciones o días feriados (¿por qué interrumpir su descanso?), son
déspotas sin remedio pues sus derechos terminan donde comienzan los nuestros y
así quieren simular que luchan por un mejor país, una mejor educación y lo
único capaz de moverlos es su propio interés y lo peor del caso es ver como la
ciudadanía cae con las mentiras de estos
lobos disfrazados de ovejas, los apoya
en sus revueltas sin sentido y les encomienda a sus hijos, el futuro de un
país, ¿a dónde iremos a parar? Al caos por unos maestros haraganes,
retrógradas, ignorantes y agresivos, quienes además creen estar sobre la ley,
se les olvidó estudiar la constitución y venía en el examen. Establece
claramente, en su artículo 21, según recuerdo, “Que el uso legítimo de la
fuerza pública como un medio para asegurar el cumplimiento de la ley,
constituye un elemento indispensable para preservar el orden y la paz
públicos”, pero esos antes maestros y normalistas, ahora vándalos, pretenden
pasar por encima de la ley.
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