Por: Aquiles Córdova
Morán
Quiero empezar asentando aquí mi enérgica protesta por la
sucia campaña que a través de las llamadas “redes sociales”, de sus
representantes en el Congreso de la Unión y de los medios informativos
claramente identificados con ellos, han desatado los militantes de MORENA
acusando al Antorchismo Nacional de los actos vandálicos que han venido
ocurriendo en los últimos días. No perderé el tiempo intentando convencer a los
calumniadores de su error, justamente porque no se trata de un error, sino de
una estrategia electorera premeditada para favorecer la candidatura
presidencial de Andrés Manuel López Obrador. Me limitaré, pues, a afirmar (tal
como lo hacen ellos) que la guerra sucia de MORENA es una mentira absoluta y
desvergonzada, que sus autores saben esto y que, si a pesar de ello lo hacen,
es porque juzgan que Antorcha puede ser un estorbo de consideración para las
ambiciones políticas de su líder. Quiero subrayar, además, que sus calumnias
dejan en la sombra, es decir, ocultan y protegen a los verdaderos culpables (lo
que podría entenderse como una cierta complicidad con ellos), a lo cual
contribuye, sospechosamente, el silencio de las autoridades correspondientes
sobre la verdadera identidad de los delincuentes. Quiero, por último, llamar la
atención de los mexicanos sobre el carácter tenebroso y feroz de la campaña
insidiosa de MORENA, que habla muy claro de lo que nos espera a todos en caso
de que gente de ese calibre moral y humano llegue a hacerse con el poder de la
nación.
Dicho esto, paso a mi tema de hoy, que es lo que oigo y
pienso sobre el tratamiento oficial del “gasolinazo”. Abordaré punto por punto
lo que a mi juicio merece algún comentario.
1).- La medida es dolorosa pero necesaria. Esta frasecita
es la misma vieja y desgastada cantilena que hemos oído cada vez que se quiere
justificar un nuevo sacrificio impuesto al bolsillo popular. Pareciera que a
los voceros gubernamentales ya se les agotó desde hace tiempo el ingenio y la
inventiva para crear frases que tengan, al menos, el atractivo de la agudeza
mental y de la novedad. Creo que son muy desafortunadas, y hasta
contraproducentes, las generalizaciones vacuas que se están empleando para
tratar de convencer a los perjudicados de que, con el “gasolinazo”, nadie gana
y todos perdemos, de manera que no hay a quién echarle la culpa. La medida es
“dolorosa”: ¿dolorosa para quién? ¿Para todos por igual y en igual medida,
tanto para quienes tienen una economía boyante como para quienes ganan el
salario mínimo? Y es “necesaria”, ¿necesaria para quién, para qué o por qué
razón? Y es peor cuando oímos decir que el Gobierno no recibirá “ni un peso
más” por el incremento de los combustibles. Entonces, ¿a dónde va el ingreso
adicional? ¿A qué fines, benéficos para todos, se destinará?
2).- La medida era inevitable por el incremento del
precio del petróleo crudo y el consiguiente aumento del precio de las gasolinas
en todo el mundo. México debe alinear sus precios locales con los
internacionales, si no quiere sufrir males mayores. Hasta antes del “gasolinazo”, se nos venía
diciendo que la drástica caída de los precios del crudo era una verdadera
calamidad nacional que obligaba a graves recortes presupuestales a programas de
impacto social. Y ahora se nos asegura que el “gasolinazo” obedece a la subida
de los precios del crudo, pero no se nos dice una palabra sobre el monto y el
destino del aumento de los ingresos del país debido a la elevación del precio
del petróleo. O sea que: si el petróleo baja, malo; y si sube, más malo
todavía. “De todos modos, Juan te llamas” dice la sabiduría popular. Tampoco se
explica con claridad por qué estamos obligados a “alinear” los precios internos
de la gasolina con los del mercado, y, en cambio, no ocurre lo mismo con los
salarios, que son el precio de la
mercancía fuerza de trabajo que venden los que no tienen otra forma de ganarse
la vida.
3).- La elevación del precio de los combustibles es un
problema “importado”, nos llega del exterior debido a que México importa el 60%
de toda la gasolina que consumimos. Pero, ¿por qué es así? ¿Es acaso una
fatalidad imposible de eludir el tener que importar tal cantidad de productos
refinados del petróleo en un país que, al menos hasta hoy, es productor y
exportador de petróleo crudo? ¿No sería esta una buena oportunidad para
explicar ampliamente al pueblo las verdaderas causas de esta situación, cuando
todo el mundo sabe, desde siempre, que es un mal negocio vender crudo e
importar productos refinados y que, además, tal política vuelve muy vulnerable
a toda economía que viva de la exportación de materias primas? ¿No sería una
buena manera de convencer a la gente y de calmar los ánimos, explicarle con
toda honradez por qué no tenemos refinerías suficientes para producir nuestros
propios refinados y qué vamos a hacer para cambiar esta situación?
4).- No subir los precios del combustible significaría
seguir pagando un subsidio de más de 200 mil millones de pesos, lo que
obligaría al Gobierno a suspender programas sociales de alto impacto, además de
que se trata de un subsidio “perverso”, pues beneficia en un 70% a las clases
altas y solo en un 30% a las de menores ingresos. Pero la gente pregunta: ¿de
qué subsidio estamos hablando? Porque, según la información en los medios,
México paga algo así como 7 pesos por cada litro de gasolina que importa,
gasolina que, antes del actual incremento, se vendía a 15 pesos en promedio. Es
decir, había una diferencia de más de 8 pesos por litro a favor del importador.
Por tanto, aún si le cargamos el costo del almacenaje, el transporte y otros
semejantes, sigue pareciendo muy dudoso que el gobierno perdiera en la
operación 200 mil millones de pesos, como ahora se afirma. Pero hay más. La
gente también se pregunta: ¿y por qué hasta ahora se descubre o se difunde la
existencia y magnitud de este subsidio y el carácter “perverso” del mismo? Es
obvio que de la antigüedad del problema no se deduce que el argumento sea
falso; pero sí se deduce, en cambio, que esta antigüedad, sumada a la difícil
coyuntura actual, prueban que el propósito no es combatir la desigualdad y
mejorar el reparto de la renta nacional, sino lograr que la gente acepte el
“gasolinazo” y deje de protestar.
5).- Por último, llama la atención el gran despliegue
mediático en torno al “acuerdo” alcanzado por el Gobierno, la iniciativa
privada (el Consejo Coordinador Empresarial) y los “representantes” (?) de los
trabajadores, sobre medidas eficaces a favor de la economía de las familias de
menores ingresos. Las objeciones de analistas y medios no se hicieron esperar.
En primer lugar, se preguntan por qué esas medidas “protectoras” no se
acordaron y pusieron en práctica antes del “gasolinazo”, ya que así habrían
evitado los problemas que estamos viviendo; en segundo lugar, cuestionan el
contenido del documento, que en vez de medidas precisas, concretas y
verificables, se limita a “compromisos” generales, promesas vagas y medidas
imposibles de certificar; en tercero y último lugar, se cuestiona que se quiera
dar la impresión de un acuerdo total entre las partes firmantes, cuando pocas
horas después del anuncio el presidente de la CONAGO negó que sus representados
hayan participado y firmado tal acuerdo, y lo mismo hizo la COPARMEX desde el
lado de los empresarios. Respecto a la “representatividad” de los “líderes”
obreros, no hay nada que añadir a lo que todos sabemos. De todo esto, deducen
los analistas que el “acuerdo” es una maniobra mediática para engañar a quienes
se oponen al “gasolinazo.
En resumen, pues, el manejo oficial del “gasolinazo”
adolece de un mal congénito que lo nulifica, e incluso lo convierte en una
auténtica provocación de la ira popular. La prueba de esto está en las calles y
no creo necesario dar mayores razones al respecto. El error congénito a que me
refiero consiste, grosso modo, en que el pueblo mexicano ya alcanzó la mayoría
de edad y exige que se le trate como un adulto, mientras que el gobierno y los
empresarios siguen empeñados en aplicarle las mismas viejas y desgastadas
maniobras manipuladoras de antaño, es decir, insisten en darle la misma
repugnante papilla que cuando era un niño de pecho. La gente ya se dio cuenta
que el “gasolinazo” y todos los males económicos del país son causados por el
modelo de desarrollo neoliberal que se nos impuso desde la presidencia de
Miguel de la Madrid Hurtado; y su irritación crece al advertir que el nuevo
sacrificio que se le pide no es para sustituir el modelo caduco por otro mejor,
sino para mantener el primero en funcionamiento, a pesar de la probada
injusticia social que genera. Le exaspera al máximo la tozudez de las élites
políticas y financieras, que se niegan a reconocer las verdaderas causas del
problema y a tomar las medidas conducentes para ponerle remedio.
El Presidente de la República, tras dar sus razones del
“gasolinazo”, preguntó a los mexicanos: ¿qué harían ustedes en mi caso? La
gente responde: cambiaríamos el modelo neoliberal por otro más justo y
equilibrado. Y en lo inmediato, y para poner a prueba la sinceridad de la
“buena disposición” de los empresarios, implantaríamos una política fiscal
progresiva, de acuerdo con la cual pagaran más impuestos quienes se benefician
más del modelo. Así, el Gobierno tendría recursos suficientes para atender las
necesidades sociales y no serían necesarios nuevos “gasolinazos” contra la
debilitada economía popular. El pueblo dixit.