Están
así hasta hoy nuestras banderas.
El
pueblo las bordó con su ternura,
cosió
los trapos con su sufrimiento.
Clavó
la estrella con su mano ardiente.
Y
cortó, de camisa o firmamento,
azul
para la estrella de la patria.
El
rojo, gota a gota, iba naciendo.
Pablo
Neruda
Para
los militantes conscientes de nuestra Organización, aquellos que no sólo
luchamos por una demanda inmediata para mejorar las condiciones de vida propias
o de nuestras familias, es decir para los que tenemos clara la necesidad de
construir una Patria más fuerte y soberana, más democrática y sobre todo más
justa, y que además hemos concluido -por nuestra experiencia propia y por el
análisis de lo ocurrido en la historia reciente y lejana de México- que ninguno
de los partidos oficiales ni de los personeros de la clase política que
detentan y usufructúan los diferentes puestos públicos en los tres poderes y
niveles en que se divide, tienen el más mínimo interés en impulsar y realizar
los cambios necesarios para levantar ese México nuevo, para todos nosotros no
hay duda de que la tarea más urgente, y necesaria es la de lograr que el pueblo
educado políticamente y organizado en las filas antorchistas aumente su fuerza
numérica hasta sumar al menos diez millones de mexicanos, y que incremente de
igual manera su grado de comprensión de la realidad social mexicana y mundial
y, por tanto, su capacidad de orientarse en las coyunturas políticas y tomar
las decisiones correctas a fin de que sea el pueblo trabajador y sus
representantes auténticos los que gobiernen nuestro país.
En efecto, los que han controlado
las posiciones de los poderes ejecutivo, judicial y legislativo durante
décadas, a nivel federal, estatal o municipal, son los mismos que hoy aparecen
como candidatos a diversos puestos en las elecciones de 2018. Son los mismos,
algunos con más arrugas, con menos pelo o con más barriga, a veces no
exactamente los mismos sino sus hijos o hasta sus nietos, pero los apellidos se
repiten, los rostros se reconocen, aunque a veces cambie el color de la camisa
o de la blusa y, por supuesto, cambien igualmente las siglas. La incongruencia
abunda y llega a extremos tan fétidos y repulsivos como las imágenes de Manuel
Espino, ex dirigente del PAN, levantando la mano al panista Calderón en 2006,
al priista Peña Nieto en 2012 y al morenista López Obrador en 2018.
Nauseabundos son también los cambios de opinión de López Obrador sobre Elba
Esther Gordillo, de quien dijo en 2006: “Quería la cacique sindical llegar a un
acuerdo conmigo y le dije no”; en 2011 volvió a descalificarla: “Salinas, Elba
Esther, Fox, todos son de la mafia del poder”; todavía en mayo de 2017 se
desmarcó de ella cuando se dijo que Elba Esther apoyó a Morena en las
elecciones del Estado de México, diciendo “no calumnien”; pero para estas
elecciones ya la califica de victima del sistema, pide que no se haga leña del
árbol caído e incorpora a gordillistas destacados como el nieto de “la
maestra”, René Fujiwara, que renunció al PANAL para ser candidato morenista, a
su yerno Fernando González y al ex secretario general del SNTE Rafael Ochoa y a
una sobrina, Erika Hernández. Estos gordillistas están en las candidaturas de
Morena a pesar de que AMLO dijo iniciando febrero de este año “no daré cargos a
familiares de Elba Esther”. En las diversas entidades se repite la misma falta
de escrúpulos en aras de no quedarse sin cargo, de no dejar de vivir del
presupuesto y continuar así en la élite de los que tienen “el privilegio de
mandar”. Un ejemplo, para no cansar de más: la diputada federal
bajacaliforniana Cinthya Gissel García, quien en dos años llegó a la cámara por
la vía plurinominal representado al Movimiento Ciudadano, se afilió, al PES, se
declaró diputada independiente y a la hora de escribir estas líneas anunció en
su Facebook que va de candidata de Morena al Senado: no aguanta ni un año por
partido.
Por eso y muchas cosas más que no
caben en el espacio de este escrito, y a propósito del Bicentenario del
Natalicio de Carlos Marx, quien escribiera en los Estatutos de la Asociación
Internacional de los Trabajadores en 1864 que “la emancipación de la clase
obrera debe ser obra de la clase obrera misma” y que, por tanto, a ese fin
deben subordinarse todos los movimientos políticos como medio, me permito la
temeridad de parafrasearlo: la emancipación del pueblo mexicano debe ser obra
del propio pueblo mexicano y todo movimiento político debe estar subordinado a
este objetivo preponderante. Ningún salvador llegará a nuestro sufrido pueblo,
bajando de las nubes elitistas de la clase del poder, por más que se cambien de
ropaje o que se disfracen de corderos como el lobo de la Caperucita, con los
cambios y las soluciones que el pueblo requiere; no se construirá ese futuro
que anhelamos y necesitamos sólo con ungir mediante el voto al que se proclame
todo verdad y todo moral para que desde las alturas alcanzadas con nuestros
sufragios derrame abundancia, justicia, amor y bondad, dejando atrás
inseguridad, corrupción, abusos, injusticias y explotación económica. Quien
pretenda seriamente cambios en el modelo económico y político para favorecer a
ese inmenso mar de pobreza en que ha convertido a México el neoliberalismo, el
capitalismo de hoy, más salvaje, intenso, eficiente y desigual que nunca, quien
busque la emancipación de los trabajadores, debe saber que si es leal y sincero
en ese propósito tendrá que enfrentar fuerzas tan poderosas que requerirá de la
participación activa y decidida de esa inmensa mayoría en favor de la cual pretenda
poner en marcha medidas y mecanismo que afectarán intereses igualmente
poderosos. Una participación popular de ese calibre, con ese nivel de masas y
de convicción, no se puede improvisar ni empezar a construir una vez que se
tenga el poder político, ya no digamos solamente el control del aparato de
gobierno, se tiene que levantar con infinita y amorosa paciencia. Es
deslumbrante para un pueblo que ocupa los últimos lugares en lectura en el
mundo y entusiasma a los sufrientes desesperados de las políticas públicas, el
discurso que promete lo que quieren oír: no hay que esforzarse mucho, basta
votar, elegir bien, o cuando mucho garantizar que se respete el voto el día de
las elecciones, para que todo empiece a marchar sobre ruedas, sin necesidad de
mayores sacrificios ni peligros. Pero quien esto diga, quien esto prometa,
simplemente quiere endulzarnos el oído, enamorarnos con falsas promesas,
sencillamente es un demagogo sabedor de que promete imposibles o un
irresponsable que arrastra al pueblo a batallas para las que no lo ha armado,
preparado ni organizado. Es un demagogo, aún cuando tuviera buenas intenciones.
Para que decir mucho mejor lo que pretendo, me auxiliaré de Lenin, quien
escribiera en su obra ¿Qué Hacer? A propósito de una situación similar a la que
vivimos en el México de hoy: “¡Y no se apresuren a poner el grito en el cielo a
propósito de mis "métodos" polémicos "exentos de
camaradería"! Ni siquiera se me ocurre poner en tela de juicio la pureza
de sus intenciones; he dicho ya que la ingenuidad política también basta para
hacer de una persona un demagogo. Pero he demostrado que han caído en la
demagogia, y jamás me cansaré de repetir que los demagogos son los peores
enemigos de la clase obrera. Son los peores, porque excitan los malos instintos
de la multitud y porque a los obreros atrasados les es imposible reconocer a
estos enemigos, los cuales se presentan, y a veces sinceramente, como amigos.
Son los peores, porque en este período de dispersión y vacilaciones, en el que
la fisonomía de nuestro movimiento está aún formándose, nada hay más fácil que
arrastrar demagógicamente a la multitud, a la cual podrán convencer después de
su error sólo las más amargas pruebas.”
Compañeros antorchistas, hermanos
de lucha:
Que a nadie lo confundan los cantos de las
sirenas electorales, apresuremos el paso en la tarea de crecer al uno por uno
por uno, aumentemos nuestro esfuerzo por leer, reflexionar y entender cada día
mejor y más fondo los problemas políticos y económicos. Así reforzaremos el
arma y el escudo indestructible del pueblo de México, hasta hacerlo invencible:
EL MOVIMIENTO ANTORCHISTA NACIONAL.
HOY, MÁS QUE NUNCA: UNIÓN, FATERNIDAD Y LUCHA
Profr. Ignacio Acosta Montes
Coordinador del regional Noroeste del Movimiento
Antorchista