lunes, 15 de agosto de 2016

MÉXICO EL PAÍS MÁS PELIGROSO PARA LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN

Las Agresiones al Diario Contrapoder en Chiapas
Lo descubierto y difundido por la organización Reporteros sin Fronteras deshonra a México y a sus instituciones republicanas; desde el año 2000 a la fecha han sido asesinados 91 periodistas, mientras 17 permanecen desaparecidos
Por: Roberto Domínguez Cortés
Agosto 14, 2016.- La libertad de expresión es la primera y más grande de todas las libertades.  Es, por antonomasia, el medio idóneo para darles voz a los que no la tienen.  A los agraviados, a los ofendidos, a los perseguidos injustamente; a los olvidados del destino.  A los que quisieran hablar, pero que callan por miedo, por conveniencia o complicidad.
Sin embargo, más allá de todos esos atributos inherentes a la libertad de expresión, es un derecho humano básico, constitucional, esencial y fundamental para vigilar el ejercicio desproporcionado del poder cuando falla el órgano legislativo para controlar los excesos del Poder Ejecutivo.  Cuando el equilibrio de poderes no funciona, la prensa, en todas sus modalidades y expresiones, asume su condición de un cuarto poder como único freno a los poderes formales constituidos, conforme a lo que debería de ser un Estado de derecho.
Lo malo emerge cuando todas esas virtudes atribuidas a la libertad de expresión se ven empañadas por el acoso, la intimidación e incluso la muerte de quienes ejercen un periodismo libre e independiente.  Desafortunadamente, para vergüenza de México, México tiene el primer lugar en asesinatos de periodistas, sólo por debajo de Irak, con la circunstancia de que en los antiguos dominios de Saddam Hussein se vive en estado permanente de guerra.
Lo descubierto y difundido por la organización Reporteros sin Fronteras deshonra a México y a sus instituciones republicanas.  Desde el año 2000 a la fecha han sido asesinados 91 periodistas, mientras 17 permanecen desaparecidos.  Sólo en el año 2015, ocho comunicadores fueron asesinados, la mayoría de ellos en Veracruz, en el infierno de Javier Duarte, ese remedo de dictador y paradigma de la más grande corrupción en nuestro país.  Están ahí los homicidios, nunca aclarados, de la reportera Anabel Flores Salazar, Gabriel Fonseca, de “El Mañanero”, Miguel Morales, del “Diario de Poza Rica”, Sergio Landa, del “Diario Cardel”, y la corresponsal, de Proceso, Regina Martínez.
La importancia de la libertad de expresión quedó de manifiesto cuando en el año 2004, a iniciativa de la Asociación Mexicana de Editores, se creó la primera Fiscalía Especializada de Atención a Delitos Cometidos contra Periodistas, dependiente de la Subprocuraduría de Derechos Humanos de la Procuraduría General de la República, a cargo del doctor Mario Álvarez Ledesma.
Uno de los grandes logros alcanzados fue el de considerar como delitos federales todo acto atentatorio en contra de la libertad de expresión.  Fue el antecedente directo de la reforma constitucional incluida en el artículo 73 de la Carta Magna: “Las autoridades federales podrán conocer de los delitos del fuero común cuando estos tengan relación con (…) delitos contra periodistas, personas o instalaciones que afecten, limiten o menoscaben el derecho a la información o las libertades de expresión o imprenta”.
Lo malo es que, en la realidad, todo lo pregonado alrededor de la libertad de expresión deriva en simple retórica y lamentable demagogia, empañada desde el poder público, la delincuencia organizada y las fuerzas de seguridad pública.  O sea, las instituciones encargadas de dar protección a los derechos humanos convertidas en las primeras en atentar contra de difusión de las ideas y el derecho a informar a la ciudadanía.
Ahora mismo, en el estado de Chiapas, se ha desatado una feroz persecución en contra del “Diario Contrapoder”. Desde su primera edición, el 19 de agosto de 2013, se le nominó candidato a desaparecer.  Uno, por no contar con el apoyo oficial y, dos, bajo la apuesta de que no resistiría los apretones del aparato del Estado.
Como en los mejores tiempos de Goebbels (Joseph Paul),  ministro de propaganda de Adolph Hitler, se bloqueó su circulación con la consigna, a los encargados del reparto a los voceadores, de impedir su distribución.  Esa política de comunicación social resultó un fracaso.  La siguiente medida fue recompensar con mil pesos mensuales a cada voceador a cambio de no vender el periódico.  Tampoco resultó.  Desde la clandestinidad, y casi en calidad de delito, se vendía el Contrapoder.
Finalmente, gracias a la tenacidad de los triunviratos voceadores, lectores y su propietario, José Adriano Anaya, el rotativo logró imponerse y se convirtió en una opción regida por tres propósitos fundamentales: Como medio que se debe a la sociedad, como interlocutor válido de esa sociedad y como equilibrio para frenar los excesos del poder.
Los tres propósitos se cumplieron a cabalidad.  Tan se cumplieron que el número de visitas a la página del “Contrapoder”, con todo y las interferencias,  asciende a 60 mil diarias.  Sólo que, paradójicamente, ese éxito editorial alentó a sus enemigos para intentar bloquear, reiteradamente, su página de Internet, hasta lograrlo.
El día viernes 5 de agosto, pasadas las siete de la noche, el “Diario Contrapoder” sufrió un ataque cibernético que los expertos informativos denominan DDOS.  El resultado de esa interferencia culmina en que ningún lector puede accesar a la página.  Después de 12 horas, a las siete de la mañana del sábado 6, la página logró ser, nuevamente, reactivada, pero pocas horas después fue, nuevamente, desactivada.
La empresa Hotsuar, con sede en Bélgica y una de las más prestigiosas por su tecnología y capacidad de servicio, se declaró imposibilitada para reactivar la página.  El argumento fue que la virulencia (sic) del ataque resultó de tal magnitud que impide la reactivación de la página.  La gravedad de la interferencia puede medirse por la incapacidad de Hotsuar para resolver el problema, ya que el ataque viene, simultáneamente, desde países y localizaciones dispares.  Esa forma de intervenir evita que aun cuando el ataque sea bloqueado, aparecen nuevas conexiones totalmente diferentes que impiden la reactivación de la página del “Contrapoder”, de ahí que Hotsuar, ante la imposibilidad de la reactivación, se declarara impotente para resolver el problema y recomendara buscar un proveedor con mayor grado de especialización para combatir un ataque de esa magnitud.
La denuncia periodística de José Adriano Anaya, independientemente de la penal, la dirige en contra de Navor Francisco Ballinas Morales, quien durante el gobierno del bandido drogadicto de Juan Sabines Guerrero estuvo bajo sospecha de haber organizado una red de espionaje electrónico en contra de críticos, opositores y cuanto ciudadano resultara candidato a ser perseguido.
Por la enorme rapiña durante su administración, Juan Sabines ha sido severamente criticado desde las páginas del diario. Es, pues, muy probable que haya instruido a su antiguo subordinado, Ballinas Morales, interferir las publicaciones en Internet del “Contrapoder”.  Ampliaremos…

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