Por: Fernando Castro Merino |
BAJA CALIFORNIA
Redacción/Quihubole!!!
TIJUANA, a 7 de mayo del 2020.- Esta semana
visité con la compañera Verónica Armenta, que hace trabajo popular de Antorcha
en Tijuana, la zona del Alamar; en este lugar donde realicé un trabajo
periodístico conocí a muchas familias que no son antorchistas, pero que ven con
buenos ojos el trabajo de nuestra organización, quien les ha llevado un
prescolar, apoyos para sus casas, apoyos asistenciales cuando el gobierno los
brinda, entre otros resultados de la misma lucha; me es importante mencionar que
esta zona es una de las más conocida por
toda la ciudadanía, ya que es aquí donde se concentra uno de los puntos rojos
en materia de pobreza.
El
Alamar se ubica a un costado de la Vía Rápida y del canal de agua negras del
municipio; aquí es lugar común ver a niños jugando entre polvo y lodo, cuando
llueve; son casas de cartón, material reciclado que las familias han ido
recolectando de lo que tiran las fábricas o las familias pudientes; el cuadro
es escalofriante para quien los mira por primera vez. La violencia y muchos
problemas sociales se encuentran también aquí, donde la pobreza entra hasta por
los hoyos que tienen sus endebles casas, “aquí no pasó Dios, porque si pasara
no nos hubiera dejado así olvidados”, declaró una de las vecinas.
Aunque no existen datos estadísticos, porque
ellos no cuentan oficialmente para el gobierno, se habla de poco más de 800 las
familias que viven de manera irregular en este lugar, irregular porque el
gobierno así lo ha querido y porque con ellos “todos juegan o los usan”; aquí
se habla de líderes que los han engañado, sacándoles dinero y se van, líderes
que los utilizan para los votos en las elecciones y luego los abandonan, “la
otra vez llegó una señora diciendo que estos terrenos eran de ellos pero no,
son del gobierno”, aseguran.
He cierto, están de manera irregular, son
familias a las que no se les ha dotado de un programa para vivienda popular,
que pueda pagar un obrero, un comerciante, un albañil; por eso están aquí y no
quieren nada regalado, son gente trabajadora, que como dice una vecina “no
rajamos la m… todos los días para tener algo de comer y a veces no sale ni para
el kilo de tortilla”, y lo vemos todos, cuando salen con rumbo a las
fábricas, a partirse el lomo para
mantener a sus familias.
Recorrí junto con la maestra Vero, quien se ha
ganado la confianza y el cariño entre los del Alamar, las dos calles
principales, toda ellas adornadas con banderas blancas y cartulinas que ponían
las familias, estas cartulinas llevaban un texto casi similar, “no hay comida,
nos quedamos sin trabajo; aquí no han llegado los apoyos; etc.”. Sí,
protestaban, no por flojos, repito, sino porque a la mayoría que tenía un
trabajo se les despidió sin goce de sueldo y se les pidió quedarse en casa
durante esta pandemia, y aquí están, sin trabajo, sin comida, con la familia
entera en casa y con muchas preocupaciones más.
Estas familias poco miedo le tienen a la
Covid-19, le temen más a morir de hambre, de no saber qué van a comer al día
siguiente, les preocupa más que no hay agua potable; aquí las recomendaciones
de lavarse las manos constantemente, salen sobrando, porque sus pisos son de
tierra, porque cuando una familia tiene recursos, bien les alcanza para una
cama, cuando no, con un catre basta para retomar energías y volver a levantarse
para luchar por una vida digna.
Las casas de cartón les llaman, a quienes no
están en estadísticas, pero que en la realidad se encuentran en los números de
pobreza extrema, ése dato que para el gobierno es mala calificación ante la
sociedad y sus contrincantes; de un lado de los olvidados se encuentra en
construcción una fábrica de grandes magnitudes, misma que pretende
desplazarlos, orillándolos cada vez más a la incertidumbre de no saber a dónde
se irán a vivir si es que el gobierno los desaloja; pero ellos se mantienen
todavía aquí, en sus cuartos de no más de 5x5 metros, donde viven hasta dos
familias, aquí donde no hay drenaje y donde más del 80 por ciento de las
familias tienen fosas.
Como dijo el poeta peruano José Santos
Chocano, Hoy vi la realidad de mi pueblo, y vi hoy como a los más pequeñuelos,
los hacen trabajan como hombres fuertes, los niños lloran con tristes lamentos.
Y porque como en cada crucero, en cada comunidad, colonia o ciudad se mira la
pobreza, hoy me siento seguro de que los antorchistas vamos por rumbo seguro,
de que hay por muchos qué luchar, de que luchar por una vida digna es posible y
necesario.
Realidad tirana para los pobres, harapientas
ropas y descalzos pies, viven los pobres esperando dolores, para no pensar en
el hambre de niñez: dice Chocano, así es, viven con hambre, la niñez del Alamar
sufre, al igual he cierto, que en muchos otros lados del país y del mundo,
quienes quieran desviar la mirada y no ver la triste realidad serán unos
inhumanos.
El antorchismo nacional ha encabezado una
demanda, que el gobierno federal implemente un programa nacional de
distribución de alimentos, para que a todos les lleguen, sin importar si están
o no en estadísticas, que solo importe que sean humanos y que lo necesiten,
pues son ellos quienes trabajan día con día para sostener a esta enorme patria,
patria, que si todos hacemos lo que nos toca, saldrá adelante, victoriosa,
progresista y con menos pobres; ahora depende del gobierno hacer lo suyo.
Por lo pronto, las banderas se siguen
hondeando.
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