CDMEX
Por: Aquiles Córdova Morán
Redacción/Quihubole!!!
CIUDAD DE MÉXICO.- a 19 de junio de
2019.-Hemos sostenido, y lo seguiremos haciendo el tiempo que haga falta, que
la pública condena y tajante eliminación del intermediarismo de organizaciones
y “líderes” en el manejo de los programas de transferencia monetaria del nuevo
Gobierno, destinados a los más débiles y marginados del país, no tiene
absolutamente nada que ver con nosotros, con “la antorcha mundial”. Nunca hemos
tenido ni pedido la concesión de ser nosotros, los “falsos líderes y
dirigentes”, quienes entreguemos esos recursos monetarios a los pobres para
comprar su apoyo y su adherencia a nuestro Movimiento. Y quienes piensen que no
decimos la verdad a este respecto, pronto tendrán la oportunidad de convencerse
de lo contrario ahora que son gobierno.
También hemos sostenido que, en varios
casos en que hemos sido testigos oculares casuales de la operación, los dineros
de programas como PROGRESA, PROSPERA, SESENTA Y MÁS y otros parecidos, nunca
fueron manejados en el pasado por ninguna organización “intermediaria”, sino
siempre por funcionarios gubernamentales que, con el padrón oficial de
beneficiarios en mano, entregaban el recurso personalmente a cada uno de ellos,
previa identificación. Y que era y es correcto que así se haga. En
consecuencia, ahora como entonces, no tenemos ninguna objeción a semejante
procedimiento o a otro más perfeccionado; por el contrario, lo juzgamos muy
racional y lo aplaudimos, aunque nadie nos pida ni le importe tal apoyo y
aunque se juzgue una forzada hipocresía de nuestra parte.
Todos los integrantes de la “antorcha
mundial”, y no solo los líderes, nos hemos dedicado desde siempre a algo muy
distinto al fácil oficio de repartir dinero ajeno para comprar conciencias.
Nuestro trabajo ha consistido en descender a la entraña profunda de pueblos y
colonias míseros y olvidados de todos, para conocer sus verdaderas necesidades
y carencias, formuladas por la boca de quienes realmente las saben porque las
padecen, formar con ellos y ellas un sencillo inventario de tales necesidades y
lanzarnos juntos, de puerta en puerta, de ventanilla en ventanilla y de
funcionario en funcionario, a una lucha sufrida, tenaz y perseverante para
conseguir que sus problemas sean atendidos y resueltos por quienes tienen la
obligación legal de hacerlo.
Es absolutamente cierto que en esta dura
batalla, cuando, después de agotar todos nuestros esfuerzos y paciencia, no
obtenemos respuesta satisfactoria o una negativa argumentada y convincente, nos
hemos visto forzados, en más de una ocasión, a sacar nuestra protesta a la
calle y a echar mano de todos los recursos legales de la lucha de masas directa
(la verdadera democracia participativa, no la que se reduce a contestar encuestas)
para conseguir un poco de justicia social, con las consiguientes molestias
involuntarias a la ciudadanía que los medios han aprovechado para llenarnos de
oprobio y lodo. La lucha valiente y decidida de los pobres siempre causa
irritación a quienes tienen el estómago lleno y satisfechos hasta sus menores
caprichos.
Pero tómese como se tome y califíquese
como se quiera, lo que ahora me interesa reconocer, reiterar y defender es que
ésta ha sido y es nuestra verdadera lucha; no el enriquecimiento ilícito a
costa de los pobres, el chantaje, la manipulación corporativa de las masas y
“los moches”, como tan mendaz y ligeramente se nos atribuye. Y tengo muy claro
que esta aseveración mía, diametralmente opuesta a la que difunden los medios
en su mayoría, esta profunda divergencia entre mi versión de los hechos y la de
nuestros enemigos y detractores (la inmensa mayoría gratuitos), no tiene ni
puede tener solución definitiva en el plano de la pura lucha discursiva,
conceptual y abstracta; hace falta remitirse a las pruebas documentadas y, muy
en particular, a la realidad de los hechos duros, contantes y sonantes. Por eso
insisto, como lo he hecho en múltiples ocasiones anteriores y como es de
elemental legitimidad lógica, que si algún funcionario o gobierno sostiene que
nos entregó alguna vez dinero en efectivo para nuestro manejo discrecional,
respalde su afirmación presentando las pruebas documentales que deben obrar en
su poder; que si alguien sostiene que nos quedamos con el dinero destinado a
alguna obra, diga de qué obra se trata, cuándo y dónde dejó de realizarse y
presente la denuncia correspondiente.
De nuestra parte, volvemos a reiterar
que nuestro trabajo, que el resultado de nuestra lucha, es algo que se puede
ver y palpar, y que estamos dispuestos a mostrárselo a quien quiera
comprobarlo, sin condiciones y sin importar los fines que persiga. Puedo agregar
ahora que, aunque se ha tenido buen cuidado de negarlo y silenciarlo por
políticos ofendidos y medios informativos tendenciosos y manipulados, en muchos
casos la obra de “la antorcha mundial” puede calificarse de insuperable,
sorprendente en sumo grado para propios y extraños, y sin rival en todo el
país. Chimalhuacán e Ixtapaluca en el Estado de México, Tecomatlán y Huitzilan
de Serdán en Puebla, varias colonias populares en Xalapa, Veracruz, y en la
propia capital poblana, son algunos ejemplos de lo hecho hasta aquí, sin contar
nuestro trabajo organizativo y de concientización, cultural y deportivo a
escala masiva, también sin paralelo en otra organización o partido.
Una vez aprobado el presupuesto que
ejerce el nuevo Gobierno, donde no se aprobó ninguna obra, proyecto o programa
que no provenga del poder Ejecutivo. El argumento: que quienes solicitaban
presupuesto para alguna obra por su cuenta andaban en busca de “moches”. Esto
es pensable y posible en muchos casos tal vez, pero no en todos; y menos, debo
decirlo con toda claridad y firmeza, en el caso de Antorcha. Como digo, la
gestión de los antorchistas cumple con dos requisitos innegables y comprobables
que la ponen fuera de tal sospecha: primero, se trata de necesidades
auténticamente populares, pues el procedimiento por el cual se han recogido y
escogido lo garantizan; segundo, no se solicita dinero ni el privilegio de
decidir quién ejecutará la obra correspondiente; esto lo dejamos, hoy como
siempre, a cargo del o los gobiernos respectivos. Nos interesa la obra; no el
manejo del presupuesto.
Cuando el presidente de la República
dice y repite públicamente que no permitirá que “la antorcha mundial” maneje ni
un solo peso de sus programas de transferencia monetaria, creemos que lo hace
pensando en que el recurso debe llegar íntegro a su destinatario. Y esto es
plausible, aunque el propósito mismo del programa no lo sea y aunque a nosotros
se nos señale y ofenda sin razón. Pero en cambio, si ahora se trata de negarle
obras de primera necesidad a la gente más pobre y marginada del país, obras que
no están contempladas en el presupuesto federal y a las que tiene pleno derecho
según las leyes, creyendo que así castiga a los amigos de los “moches”, comete
un error y una grave injusticia derivada del mismo: pensando dañar a los
vividores, niega el progreso y el bienestar elementales a quienes más lo
necesitan; niega de un golpe, y apoyado en suposiciones no comprobadas, su
propia bandera de campaña: “Por el bien de todos, primero los pobres”.
Se acepte o no, los miembros del
Movimiento Antorchista Nacional están, todos, entre esos pobres, y tienen, por
tanto, todo el derecho a esperar, como cualquier mexicano en su situación, que
los beneficios de la “Cuarta Transformación” lleguen también a ellos. En caso
contrario, tendrán que salir a las calles a reclamar el derecho humano
elemental de ser escuchados y atendidos. Y no será por culpa de ellos ni de sus
“falsos líderes” en busca de “moches”, como reza el discurso de los voceros de
esa “Cuarta Transformación” prometida.
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