BAJA CALIFORNIA
Por: Steven Sxkovedo
Redacción/Quihubole
Tijuana,
a 1 de Mayo de 2019.- El 19 de abril de 2019 murió mi
Pastor Jairo Roblero. Es un día que
queda marcado en mi agenda y en mi corazón. Soy parte de los pocos cristianos
que pueden decir que el día que murió su pastor, murió también su padre, como
es mi caso en la misma persona. Sin embargo, en su muerte hubo varias lecciones
espirituales que aprendí de su ministerio.
Estas son algunas de las muchas cosas que aprendí hasta el día que murió mi pastor Jairo, y
quiero compartirlas con ustedes.
Murió mi pastor Jairo, pero no murió su
legado.
Sin duda, dejó un legado para una
generación que, aunque no lo tiene presente en cuerpo lo tiene presente en el
corazón. Vidas, quedaron marcadas por su testimonio de fe y fidelidad a Dios.
No hablo solo de nosotros como hijos naturales, sino de todos aquellos a
quienes predicó el evangelio y la verdad de la Escritura. De aquellos que más
que un predicador, encontraron un discípulo de Jesús que les pastoreó hacia
Cristo.
Cada creyente, y particularmente cada
pastor del rebaño, deben ser conscientes que dejará un legado a la siguiente
generación. Ese legado puede ser de fidelidad, amor y fe en Cristo; o puede ser
el legado de una vida vana, hueca y centrada en las cosas terrenales.
Este fue el sentir que el apóstol Pablo
dejó en Timoteo al decirle: Lo que has oído de mí ante muchos testigos, esto
encarga a hombres fieles que sean idóneos para enseñar también a otros. (2
Timoteo 2:2) Sin duda, cada creyente debería vivir buscando las cosas de
arriba. (Mateo 6:32) Cada creyente debe ser alguien que ha encontrado en Cristo
su mayor tesoro, la perla de gran precio (Mateo 13:45-46), ante la cual, todas
las cosas terrenales son estimadas como basura. (Filipenses 3:5-12) Cada
creyente debe ser un hombre o mujer de pureza y santidad, en el cual, la vida
de Cristo es visible. (Gálatas 2:20) Un legado que permanece, es aquel que
tiene el aroma de la eternidad, la fe en Cristo y la santidad, la hermosura de
Su santidad. ¡Ese es un legado que permanece y que vale la pena dejar!
Gracias a Dios, mi padre y pastor Jairo
Roblero, fue uno de los hombres de fe que hizo que hebreos 11 tomara forma de
carne y hueso, un héroe de la fe para mí y para muchos. El día que murió mi
pastor, su legado no murió y ese legado permanecerá para gloria del Dios eterno
en la vida de aquellos que vimos a Cristo en él.
Si el 2019 fuera el último año de tu
vida ¿Qué legado vas a dejar? ¿Serás recordado como un hombre o mujer de Dios?
¿Tiene tu vida el aroma de la eternidad?
Murió mi pastor Jairo, pero no los que
él entrenó.
El 19 de abril de 2019, murió el pastor
Jairo, pero no aquellos que él entrenó. En el liderazgo ministerial, si no
tienes a nadie detrás de ti, seguramente habrá dificultades enormes en la
transición del liderazgo. Muchas iglesias locales sufren de esto: Hay muy pocos
hombres enseñados y enseñables para la obra del ministerio.
Josué es un buen ejemplo de la
transición de un liderazgo ministerial. Vemos en Josué a un dócil aprendiz que
caminó junto a Moisés, aprendió en sus victorias y seguramente aprendió de las
derrotas y fracasos de Moisés. Intencionalmente, Moisés caminó con Josué,
equipándolo en el liderazgo espiritual, y aunque es cierto que Dios decidió que
Josué fuese el siguiente líder del pueblo, no es menos cierto que Josué fue un
discípulo de Moisés, instruido mediante el “caminar juntos” durante el
ministerio de Moisés en el desierto.
Toma a un Josué y entrénalo, invierte tu
vida en otros; o de lo contrario, sé un Josué, camina con tu líder, aprende con
él, sé dócil y enseñable. Los líderes solitarios, abrazan el cargo, abrazan la
tarea y abrazan su posición sin considerar la bíblica instrucción de equipar,
entrenar y discipular a nuevos hombres de Dios que caminen en la piedad y la
santidad. Sé un pastor que se reproduce en otros, uno que equipa a otros
intencionalmente.
Más que habilidad, lo que se necesita es
carácter, aquel tipo de carácter forjado por el Espíritu Santo. Si el líder no
entrena y equipa a otros, ese liderazgo está enfermo y no gozará de
continuidad. Si tu pastor muere hoy, espero que queden detrás de él hombres
piadosos que continúen la obra del ministerio con fidelidad.
Murió mi pastor Jairo, pero no su
familia porque desde 1995 me dio su bendición de ser esposo de hija Blanca
Isabel.
Esta mención brota del corazón de hijo,
fluye de la experiencia personal de ser hijo político del pastor Jairo. Querido
lector: “No olvides a aquellos que constituyeron la familia de tu pastor”. Si
bien la iglesia necesita un nuevo pastor una vez que fallece su líder, la
familia cercana del pastor fallecido necesita ser pastoreada, consolada y
animada por el resto del rebaño. ¿Usted lo está haciendo amado hermano?
Si usted en verdad sintió amor por el
pastor Jairo, nunca olvide que deja una familia que necesita el abrigo y el
abrazo del resto de las ovejas. No olvide a la familia del siervo que han
partido a la presencia del Señor, ellos necesitan el amor que fortalece esa
ausencia, ya no solo del “pastor”, sino del “esposo”, “padre” y “amigo”. No se,
pero sería precioso que exista un programa intencional y planificado para
asistir, ayudar y visitar a la familia de pastor fallecido. Porque, de la misma
manera que el pastor Jairo dio su vida por pastorear a sus ovejas, ahora la
“ex” familia pastoral es la que necesita el pastoreo, el consuelo y el amor.
Murió mi pastor Jairo, pero su familia
no. Es necesario un amor y una honra especial hacia ellos en medio del dolor y
la pérdida, suplir un cargo pastoral no es la única necesidad que abordar como
iglesia, hay una familia en dolor que necesita un gran cobijo de amor.
Murió mi pastor Jairo, pero no su
esperanza.
Este, es quizás el mejor de todos los
recuerdos: Un hombre de Dios que acarició los pasajes de la muerte con gozo,
paz, esperanza y amor al Señor hasta el último suspiro de vida. Cercano a la
muerte, pero cantando, orando, agradeciendo al Señor con cánticos y salmos,
literalmente hasta el último día de su vida consiente.
Murió mi pastor Jairo, se consumieron
sus huesos y su carne, pero nunca su esperanza en Cristo. Esas últimas horas de
vida terrenal, con más fuerza que nunca, alzando sus manos al Dios de los
cielos leyó el Samo 71. La oración de un anciano
71
En ti, oh Jehová, me he refugiado;
No sea yo avergonzado jamás.
2 Socórreme y líbrame en tu justicia;
Inclina tu oído y sálvame.
3 Sé para mí una roca de refugio, adonde
recurra yo continuamente.
Tú has dado mandamiento para salvarme,
Porque tú eres mi roca y mi fortaleza.
4 Dios mío, líbrame de la mano del
impío,
De la mano del perverso y violento.
5 Porque tú, oh Señor Jehová, eres mi
esperanza,
Seguridad mía desde mi juventud.
6 En ti he sido sustentado desde el
vientre;
De las entrañas de mi madre tú fuiste el
que me sacó;
De ti será siempre mi alabanza…
¡Cada día te bendeciré! También decía
con cánticos y alabanzas hacia Cristo, su fiel pastor. Se consumieron sus
huesos, pero nunca su esperanza. En el valle de la sombra y de la muerte, la
luz de Cristo y la esperanza brillaron en medio del dolor.
Murió mi pastor Jairo casi sin fuerzas
en la carne; pero en el espíritu, era como un león que rugía, diciendo: “Mi
esperanza en Cristo es eterna y segura”
No solo murió mi pastor Jairo, ese día,
nacieron en su muerte muchas lecciones para la vida del que ahora será el
pastor de la Iglesia Nacional Presbiteriana Josué y Caleb en su vida y
ministerio para que como siervo en la obra del Señor, viva el resto de vida que
Dios le conceda, consientes del legado que le deja. Haga discípulos y equipe a
hombres fieles para la obra del ministerio futuro. Pero jamás olvide a los que
sufren ante la muerte de su amado “esposo” o “padre”. Pero, sobre todo, jamás
permita que la sombra del valle de la muerte opaque, diluya o debilite la
gloriosa esperanza de los redimidos.
El día que murió mi pastor Jairo, Dios
no murió. Él sigue siendo el Dios vivo y verdadero; mi Dios, eternamente fiel
que me sostiene asido de la mano de su amada hija, mi bien amada esposa Blanca
Isabel, sus nietos Jorge, Steven, Blanca y Jairo le recordaremos con cariño.
Gracias Pastor Jairo Roblero, Dios tenga misericordia de todos nosotros.
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