Las peligrosas corrientes del río Suchiate en la frontera con Guatemala no bastan para detener el flujo de migrantes, que arriesgando la vida cruzan el caudaloso río a cualquier hora del día o a noche sobre balsas improvisadas con cámaras de llantas de tractor y sin un chaleco salvavidas.
Los que logran hacerlo, acampan a las orillas del afluente o bajo el techo del parque de Ciudad Hidalgo, sin más cama que el suelo frío por las noches y caliente durante el día; sin un baño para sus necesidades fisiológicas, acuden al rincón oscuro o en la maleza cercana y se bañan bajo la lluvia.
Ema y Gabriel, de 17 y 20 años respectivamente, son una joven pareja de venezolanos que aseguran haber salido hace dos semanas de Colombia, su objetivo es llegar a los Estados unidos en busca del sueño americano, afirman que nada los va a detener, más que Dios.
Hablaron para El Momento en Chiapas, contando que en Venezuela apenas ganaban 20 dólares al mes y tuvieron que emigrar a Colombia en donde su trabajo les dejaba 300 dólares mensuales, por lo que tuvieron que trabajar cinco años para reunir mil 500 dólares cada uno y lanzarse a la aventura de buscar un mejor medio de sobrevivencia.
Contaron que, en su peregrinar lograron llegar a la Selva conocida como “El Tapón de Darién” en Panamá, en donde pagaron 350 dólares por los dos a un “guía”; duraron tres días con sus respectivas noches, libraron toda clase de bichos peligrosos y el caudal del río “Turquesa” más conocido como el “Río Muerte”, debido a que ahí han fallecido miles de migrantes que no saben nadar y son arrastrados por las fuertes corrientes.
“Por la gracia de Dios, la caravana de mil personas a la que nos incorporamos para cruzar la selva, unas 700 logramos llegar a “Bajo chiquito”, el último pueblo de Panamá en donde abordamos una lancha que nos llevó a Costa Rica; caminamos por Honduras, hasta llegar a Guatemala en bus(transporte público) y en la último retén migratorio, los agentes nos cobraron 40 dólares y algunos abusaron de las mujeres toqueteándolas, así llegamos a la orilla del río Suchiate el viernes pasado por la tarde”, expresó Gabriel.
Ema, una jovencita delgada, con el pelo rizado y unos ojos grandes y negros como la noche, con la mirada perdida sobre las húmedas calles de Ciudad Hidalgo, afirmó que el viernes por la tarde pasaron el río desafiando las fuertes corrientes, tenían miedo pero su deseo de llegar a Estados Unidos fue más fuerte y se “encaramaron” en la balsa, que sobre el río parecía un pequeño juguete que por ratos amenazaba hundirse.
“ Yo no sé nadar, no nos dieron chalecos salvavidas y solamente rezábamos pidiéndole a Dios que llegáramos a la orilla del suelo mexicano; el balsero dijo que nos cobrarías 20 quetzales por persona, termino exigiéndonos 130 quetzales. Fuimos 8 personas las que desafiamos otra vez a la muerte, ahora estamos aquí en Ciudad Hidalgo esperando reunirnos más de mil migrantes para caminar a Tapachula y no nos detengan los de la migra o la policía”, terminó diciendo Ema.
Ahí, a 50 metros del Palacio Municipal de la “Tijuanita del sur”, un pueblo donde la vida no vale nada y los muertos son noticia de cada día, los dos amantes se quedaron sentados en una banca del parque, decididos a no perder la esperanza de llegar a su destino.
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