Tras ser diagnosticada por un médico del IMSS, le dice
a la angustiada madre “Espere afuera porque vamos a preparar el cuerpo para que
se lo lleve a Chiapas, tardará un tiempo todo el trámite, sea paciente”, sin importar
las indicaciones, Flor, entró al cuarto donde su hija estaba tendida,
inerte y cubierta con una sábana blanca del IMSS, al abrazarla se
produjo el milagro, escuchó un pequeño quejido, levantó la sábana y vio a su
hija abría los ojos
CHIAPAS.
Por: Margarita Moreno/Foto archivo
HUIXTLA, Julio del 2016.- Preparaba el desayuno cuando
de pronto tocaron a mi puerta.
Rápido abrí pues los gritos de mi vecino que me pedía
ayuda no eran para menos. Vero, nuestra vecina, estaba muy mal, había que
llevarla a un médico. Desde luego aporté mi cooperación y Flor pudo llevar a
Verónica al médico. El diagnóstico fue desastroso: enfermedad renal.
Por lo avanzado de la enfermedad el médico sugirió se
le llevara a un Hospital o Clínica, con apoyo de la familia las dos mujeres
partieron hacia México, a la clínica de los cañeros. Otra vez los vecinos y no
vecinos cooperamos para los pasajes de avión. Allá estabilizaron a la chica
pero dijeron que la única manera de salvarle la vida era un trasplante.
Un alma caritativa logró el ingreso de Verónica al
IMSS, ahí la sentencia fue peor: su hija ya no tiene remedio, mejor llévesela a
su casa. Aparte del problema renal ahora tiene hepatitis B. La madre
desconsolada llegó a casa a contar su desgracia entre llanto y llanto. Otra vez
le dimos ánimo y conseguimos un segundo estudio químico que demostró que no
había Hepatitis y por tanto podía seguir el protocolo del trasplante de riñón
que Flor le donaría por ser su mamá.
En México Verónica tuvo que pasar por muchas pruebas
para llegar a la cirugía del trasplante, una de ellas del psicólogo, quien no
la consideró apta a Verónica para tal operación. Otra vez, la condena de una
joven. Pero desde Huixtla se llamó a una ONG de México que atendía estos casos
y a través de ellos se logró que avanzara el trámite del trasplante.
En una de esas visitas a México, Verónica se puso muy
mal de salud, al grado que fue necesario internarla. Su hemoglobina estaba por
los suelos y mal renal afectaba ahora otros órganos. Pero Flor, la madre
abnegada seguía al pie de la cama de hospital. Cansada por estar tanto tiempo
dentro del nosocomio, Flor salió a desayunar algo, cuando regresó la enfermera
ya no la dejó entrar.
“Su hija lamentablemente falleció señora, apenas hace
unos minutos”, le comunicó la enfermera. “Espere afuera porque vamos a preparar
el cuerpo para que se lo lleve a Chiapas, tardará un tiempo todo el trámite,
sea paciente”, al comentar esto último la enfermera se retiró.
A Flor no le importó nada las indicaciones y entró al
cuarto, ahí estaba su hija tendida, inerte, cubierta con una sábana blanca con
las siglas del IMSS. Sin temor alguno Flor se arrojó con todo el amor de madre
hacia el pequeño cuerpo de su hija y soltó el llanto, apenas rebasaba los 15
años. En ese momento se produjo el milagro, escuchó un pequeño quejido, de
inmediato flor levantó la sábana y vio a su hija que abría los ojos. Sin
pensarlo dos veces salió gritando “Mi hija vive, mi hija vive”. Los médicos
llegaron de inmediato y corroboraron que era cierto ese dicho.
Pasaron los meses, el trasplante se prorrogaba dado
las constantes caídas en la salud de Verónica. Pero por fin llegó el momento de
la cirugía. Todo salió bien. Recomendaron todo a la nueva poseedora del riñón.
No cumplir con los requisitos post operatorios vendría un mal resultado. Y algo
salió mal, porque a los cinco meses Verónica estaba en Huixtla otra vez
internada, se quejaba de un fuerte dolor en el lado del riñón. Hubo que hacerle
estudios y éstos arrojaron que el riñón fue rechazado, algo pasó, un descuido
de ella, un medicamento no tomado a tiempo, algo sucedió. Hubo que retirarle el
riñón mediante cirugía. La pesadilla de Flor y Verónica volvió al presente.
Desde ese día Verónica sigue en espera de otro
donador, lleva más de ocho años con diálisis. Unos días está bien, otros debe
estar en el hospital por una recaída. No se sabe cuántos litros de sangre ha
necesitado para volverla a la vida. Los gastos económicos de Flor son enormes
pero ahí va viviendo día a día con su hija.
Relato esto, porque la vida de Verónica no ha sido
fácil, otra en su lugar ya hubiese sucumbido, pero ahí sigue aferrada a la
vida. Su mamá también es el principal motor de esa vida, gente de escasos
recursos que busca por todas partes para salir adelante.
Por eso cuando vi que le obsequiaron un refrigerador
para que Verónica siga haciendo sus manjares y se ayude en su enfermedad me dio
mucho gusto, son detalles que se agradecen. No vale la crítica cuando no se
conoce cómo se ayuda.
Vero y Flor son mis vecinas, a cada rato nos vemos y
les damos ánimo, Vero es ahora una mujer cuyo único sueño es aferrarse a la
vida.
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