Por
Oswaldo Marin
Huixtla, Chiapas, a 6 de abril de
2016.- Pasé por la casa de la señora Chelo de Blanco y al verla que raspaba con
un "cepillo" media barra de hielo que estaba en un cajón,
me puse a platicar con ella y sin darle mucha vuelta al asunto le
pregunté cuántos años tenía vendiendo dulces y los refrescantes raspados.
Desde que me casé con mi marido, hace
más de 50 años
-me contesto doña Chelo muy quitada de
la pena.
Como pasa el tiempo, le conteste al
tiempo que le preguntaba si le podía tomar una foto.
Su respuesta fue inmediata. No
gracias.
Pero ya más adentrado en la plática me
preguntó mi nombre a lo que yo le dije…
-Me llamo Oswaldo Marín, soy hijo de
Doña Luchita Angus y de “El güero Marín.
-Ahh mi amiga Luchita, me
respondió con una sonrisa mientras continuaba "raspando"
el gélido hielo.
Ya después de un buen rato, confiado y
sin pedir su autorización para la gráfica, me atreví hacerlo, pero al descubrirme
que le estaba tomando la foto pensé que se había molestado, y al no decirme
nada, continuamos con la conversación, yo creo que no fue tanto porque agarró
confianza conmigo, sino más bien porque soy hijo de doña Luchita Angus y de “El
güero Marín.
Pero entre plática y plática con doña
Chelo, otro de sus comentarios que me sorprendió mucho fue cuando me
dijo que cuando ella empezó con su vendimia, en ese tiempo los raspados
costaban veinte centavos.
-Sí que han pasado los años, fue mi respuesta
sorprendido.
Finalmente, tras haber sostenido una breve pero
productiva charla con doña Chelo, pero sobre todo haber tenido la satisfacción
de recibir un trato amable y cordial de una amiga de antaño de mi madre, no me
quedo más que despedirme, obviamente un tanto melancólico y triste, con un
fuerte abrazo susurrándole al oído.
-“Dios la bendiga doña Chelito.
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