CDMEX
Redacción/Quihubole!!!
Por:
Aquiles Córdova Morán
CIUDAD DE MÉXICO.- a 20 de junio de 2019.-Hemos sostenido, y lo seguiremos
haciendo el tiempo que haga falta, que la pública condena y tajante eliminación
del intermediarismo de organizaciones y “líderes” en el manejo de los programas
de transferencia monetaria del nuevo Gobierno, destinados a los más débiles y
marginados del país, no tiene absolutamente nada que ver con nosotros, con “la
antorcha mundial”. Nunca hemos tenido ni pedido la concesión de ser nosotros,
los “falsos líderes y dirigentes”, quienes entreguemos esos recursos monetarios
a los pobres para comprar su apoyo y su adherencia a nuestro Movimiento. Y
quienes piensen que no decimos la verdad a este respecto, pronto tendrán la oportunidad
de convencerse de lo contrario ahora que son gobierno.
También
hemos sostenido que, en varios casos en que hemos sido testigos oculares
casuales de la operación, los dineros de programas como PROGRESA, PROSPERA,
SESENTA Y MÁS y otros parecidos, nunca fueron manejados en el pasado por
ninguna organización “intermediaria”, sino siempre por funcionarios
gubernamentales que, con el padrón oficial de beneficiarios en mano, entregaban
el recurso personalmente a cada uno de ellos, previa identificación. Y que era
y es correcto que así se haga. En consecuencia, ahora como entonces, no tenemos
ninguna objeción a semejante procedimiento o a otro más perfeccionado; por el
contrario, lo juzgamos muy racional y lo aplaudimos, aunque nadie nos pida ni
le importe tal apoyo y aunque se juzgue una forzada hipocresía de nuestra
parte.
Todos
los integrantes de la “antorcha mundial”, y no solo los líderes, nos hemos
dedicado desde siempre a algo muy distinto al fácil oficio de repartir dinero
ajeno para comprar conciencias. Nuestro trabajo ha consistido en descender a la
entraña profunda de pueblos y colonias míseros y olvidados de todos, para
conocer sus verdaderas necesidades y carencias, formuladas por la boca de
quienes realmente las saben porque las padecen, formar con ellos y ellas un
sencillo inventario de tales necesidades y lanzarnos juntos, de puerta en
puerta, de ventanilla en ventanilla y de funcionario en funcionario, a una
lucha sufrida, tenaz y perseverante para conseguir que sus problemas sean
atendidos y resueltos por quienes tienen la obligación legal de hacerlo.
Es
absolutamente cierto que en esta dura batalla, cuando, después de agotar todos
nuestros esfuerzos y paciencia, no obtenemos respuesta satisfactoria o una
negativa argumentada y convincente, nos hemos visto forzados, en más de una
ocasión, a sacar nuestra protesta a la calle y a echar mano de todos los
recursos legales de la lucha de masas directa (la verdadera democracia
participativa, no la que se reduce a contestar encuestas) para conseguir un
poco de justicia social, con las consiguientes molestias involuntarias a la
ciudadanía que los medios han aprovechado para llenarnos de oprobio y lodo. La
lucha valiente y decidida de los pobres siempre causa irritación a quienes
tienen el estómago lleno y satisfechos hasta sus menores caprichos.
Pero
tómese como se tome y califíquese como se quiera, lo que ahora me interesa
reconocer, reiterar y defender es que ésta ha sido y es nuestra verdadera
lucha; no el enriquecimiento ilícito a costa de los pobres, el chantaje, la
manipulación corporativa de las masas y “los moches”, como tan mendaz y
ligeramente se nos atribuye. Y tengo muy claro que esta aseveración mía,
diametralmente opuesta a la que difunden los medios en su mayoría, esta
profunda divergencia entre mi versión de los hechos y la de nuestros enemigos y
detractores (la inmensa mayoría gratuitos), no tiene ni puede tener solución
definitiva en el plano de la pura lucha discursiva, conceptual y abstracta;
hace falta remitirse a las pruebas documentadas y, muy en particular, a la
realidad de los hechos duros, contantes y sonantes. Por eso insisto, como lo he
hecho en múltiples ocasiones anteriores y como es de elemental legitimidad
lógica, que si algún funcionario o gobierno sostiene que nos entregó alguna vez
dinero en efectivo para nuestro manejo discrecional, respalde su afirmación
presentando las pruebas documentales que deben obrar en su poder; que si
alguien sostiene que nos quedamos con el dinero destinado a alguna obra, diga
de qué obra se trata, cuándo y dónde dejó de realizarse y presente la denuncia
correspondiente.
De
nuestra parte, volvemos a reiterar que nuestro trabajo, que el resultado de
nuestra lucha, es algo que se puede ver y palpar, y que estamos dispuestos a
mostrárselo a quien quiera comprobarlo, sin condiciones y sin importar los
fines que persiga. Puedo agregar ahora que, aunque se ha tenido buen cuidado de
negarlo y silenciarlo por políticos ofendidos y medios informativos
tendenciosos y manipulados, en muchos casos la obra de “la antorcha mundial”
puede calificarse de insuperable, sorprendente en sumo grado para propios y
extraños, y sin rival en todo el país. Chimalhuacán e Ixtapaluca en el Estado
de México, Tecomatlán y Huitzilan de Serdán en Puebla, varias colonias populares
en Xalapa, Veracruz, y en la propia capital poblana, son algunos ejemplos de lo
hecho hasta aquí, sin contar nuestro trabajo organizativo y de concientización,
cultural y deportivo a escala masiva, también sin paralelo en otra organización
o partido.
Una vez
aprobado el presupuesto que ejerce el nuevo Gobierno, donde no se aprobó
ninguna obra, proyecto o programa que no provenga del poder Ejecutivo. El
argumento: que quienes solicitaban presupuesto para alguna obra por su cuenta
andaban en busca de “moches”. Esto es pensable y posible en muchos casos tal
vez, pero no en todos; y menos, debo decirlo con toda claridad y firmeza, en el
caso de Antorcha. Como digo, la gestión de los antorchistas cumple con dos
requisitos innegables y comprobables que la ponen fuera de tal sospecha:
primero, se trata de necesidades auténticamente populares, pues el
procedimiento por el cual se han recogido y escogido lo garantizan; segundo, no
se solicita dinero ni el privilegio de decidir quién ejecutará la obra correspondiente;
esto lo dejamos, hoy como siempre, a cargo del o los gobiernos respectivos. Nos
interesa la obra; no el manejo del presupuesto.
Cuando
el presidente de la República dice y repite públicamente que no permitirá que
“la antorcha mundial” maneje ni un solo peso de sus programas de transferencia
monetaria, creemos que lo hace pensando en que el recurso debe llegar íntegro a
su destinatario. Y esto es plausible, aunque el propósito mismo del programa no
lo sea y aunque a nosotros se nos señale y ofenda sin razón. Pero en cambio, si
ahora se trata de negarle obras de primera necesidad a la gente más pobre y
marginada del país, obras que no están contempladas en el presupuesto federal y
a las que tiene pleno derecho según las leyes, creyendo que así castiga a los
amigos de los “moches”, comete un error y una grave injusticia derivada del
mismo: pensando dañar a los vividores, niega el progreso y el bienestar
elementales a quienes más lo necesitan; niega de un golpe, y apoyado en
suposiciones no comprobadas, su propia bandera de campaña: “Por el bien de
todos, primero los pobres”.
Se
acepte o no, los miembros del Movimiento Antorchista Nacional están, todos,
entre esos pobres, y tienen, por tanto, todo el derecho a esperar, como
cualquier mexicano en su situación, que los beneficios de la “Cuarta
Transformación” lleguen también a ellos. En caso contrario, tendrán que salir a
las calles a reclamar el derecho humano elemental de ser escuchados y
atendidos. Y no será por culpa de ellos ni de sus “falsos líderes” en busca de
“moches”, como reza el discurso de los voceros de esa “Cuarta Transformación”
prometida.
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