CHIAPAS
Redacción/Quihubole!!!
Por:
Streven Sxcobedo
HUIXTLA, a
31 de diciembre de 2018.- No sé por qué ni yo mismo me entiendo, pero quise
aprovechar estos días para compartir con ustedes este tema, tal ves porque
muchos quisiéremos que este año que esta por terminar, solamente
nosotros tenemos derecho a deleitarnos con la cena de fin de año. En fin.
Se trata de una pobre mujer, bueno que mejor que usted la vaya analizando
conforme va leyendo. Es un legado al cerebro de la pobre criatura.
Y es que se trata de una niña que nunca fue a la escuela. Su mama la enseño a
leer y a escribir en su casa y la hizo aprender el catecismo de Ribalda para
que hiciera su primera comunión que, según se murmuro, le dio el cura del
pueblo a regañadientes, por caridad, de puro bueno que era.
Luego fue
una muchacha solitaria. Las demás del barrio se contaban unas a otra, riendo,
que cuando le llegó por primera vez “la visita” se espantó al ver la sangre y
le dijo a su mama que se le había reventado el corazón.
Alguna
inventó eso, por supuesto, porque no se sabía nada de ella ni de su madre, así
de apartadas vivían de la gente.
Tenía
solamente dos vestidos que su mama le había hecho según la moda antigua, por la
profusión de holanes y de cintas; las mangas abullonadas; el cuello hasta la
barbilla y la falda casi hasta los pies. hoy en día, todo es diferente, sobre
todo las faldas.
Por eso,
estos vestidos hacían reír a la jovencitas del vecindario donde vivían cuando
iba a la tienda de la esquina. “Ahora trae el amarillo”, decía a su paso,
burlonas, O: “Ahora trae el azul”. Se referían a los dos vestidos.
Ella bajaba
la cabeza, humildemente, y no respondía a las burlas, porque así se lo había
indicado su mama. Tampoco dijo nada a nadie cuando un día la señora amaneció
muerta. Nunca se supo quién arreglo lo de los funerales ni como pudo seguir
ella viviendo en aquella casa, que era de alquiler, o de donde sacaba para la
comida.
Alguien
inventó que cada mes le llegaba un giro telegráfico enviado quien sabe por
quién. Después fue una mujer solitaria. Con nadie se metía y ella no se metía
con nadie. No era de iglesia. Iba a misa los domingos, pero nada más. No rezaba
el rosario por las tardes, y no lo hacia los viernes que tan de moda estaban.
Lo peor de
todo es que no se le podía inventar nada, ningún pecado por liviano que fuera,
pues no la visitaban hombres –tampoco nadie visito nunca a su mama– ni salía de
su casa más que para ir a la iglesia, como ya dije, solo a la tienda.
Ahora ella
misma se hacia sus vestidos con patrones que venían en la revista Corte y
Confección. También se contaba que leía otras revistas “Confidenciales” en la
cual venían mensajes de mujeres que buscaban marido (y de maridos que buscaban
mujeres, añadían con equivoca sonrisa los señores).
Pero
aquello de Confidencias era un decir, todo de lo que de ella se decía eran
decires.
Fue por
ultimo una anciana solitaria. No era una viejecita hermosa como la del
“Seminarista de los ojos negros”, aquel poema que hacia llorar a las mujeres de
su edad cuando lo declamaban en las tertulias de las casas.
Su gesto
era hosco; callada siempre, nunca nadie la vio sonreír. “La soledad le salió a
la cara” comentaban las vecinas del barrio donde vivía.
Un día ya
no se le vio. Alguien llamo a la policía; vinieron los gendarmes y forzaron la
puerta. Estaba en su cama, muerta, igual que un día había estado su mama.
Muerta.
La enterró
el municipio en una fosa común del cementerio. Nadie del barrio fue a su
entierro. Y nadie supo nunca cómo se llamaba, ni siquiera yo que este día, a
falta de otro tema, escribí acerca de la soledad, pero que quise compartir con
ustedes.
Ojalá que
el tema sirva para que veamos que a nuestro alrededor hay gente que no nos
tomamos la molestia si preguntarles si están bien, si tienen que comer. Sin
importar que nosotros estemos comiendo y disfrutando de la vida mejor que
ellos. ¡Feliz Año 2019!