Ignacio Acosta
Montes
Coordinador
estatal y regional del Movimiento Antorchista
ignacio.acostam@gmail.com
BAJA CALIFORNIA
Redacción/Quihubole!!!
TIJUANA, a 30
de octubre de 2019.- Arranca el gobierno del ingeniero Jaime Bonilla Valdez,
después de treinta años de panismo. Lo hace en medio de una gran polémica, que
rebasó con mucho los límites de nuestra entidad y que, sin duda, ha generado
más interés y controversia en los círculos políticos y mediáticos de la capital
del país que en la propia Baja California. Ello, debo decirlo, es entendible
dadas las repercusiones y consecuencias que algunos anticipan y/o temen. El
tema de esta entrega es otro, pues la discusión acerca de la duración del
periodo que gobernará el estado el primer gobernador salido de las filas de
Morena, ha ocultado las razones por la cuales ganó Bonilla y, por tanto, las
esperanzas que la mayoría votante y algunos que no votaron depositaron en él.
En 1989, en pleno ascenso del
proyecto y sexenio de Carlos Salinas de Gortari, Baja California se convirtió
en el primer estado gobernado por un partido político diferente al PRI; la
llegada del panismo a una gubernatura significó un ensayo del sistema político
al servicio del libre mercado que comandado en el mundo por Margaret Thatcher y
Ronald Reagan pretendió un mundo unipolar basado en la variante neoliberal del
mismo régimen económico. El experimento, como todos sabemos, se continuó por
tres décadas en el estado y llevó incluso al PAN a gobernar al país durante dos
sexenios, en los que rápidamente se demostraron incapaces de generar un mínimo
de satisfacción, desarrollo y estabilidad para el buen funcionamiento de la
sociedad, por lo cual le siguieron dos nuevas tentativas: el regreso al PRI con
Peña Nieto y, ahora, un gobierno “de izquierda”, que en los hechos no ha tocado
los pilares del régimen que ha incluso declarado muerto.
Morena y el ingeniero Bonilla
llegarán a este primero de noviembre con la carga inmensa de superar la
esperanza finalmente frustrada de que un gobierno de oposición cambiaría la
situación del pueblo bajacaliforniano. El panismo se preocupó más por garantizarse
la continuidad en el gobierno, por perpetuarse en el poder asegurando trabajo a
parientes, amigos y simpatizantes, por cooptar y comprar líderes sociales, por
pervertir la vocación de los liderazgos naturales de servir a su comunidad para
que ahora sirvieran a los intereses de los funcionarios en turno, por utilizar
la información privilegiada, las relaciones y el poder en general para
favorecer los negocios propios y los de sus financiadores de campañas. En fin,
que la situación de los trabajadores de las zonas agrícolas, de las maquilas,
de los servicios, de los empleados humildes, se ha deteriorado o si acaso
mantenido igual. Por supuesto que no todo se puede hacer a nivel estatal, que
en temas de cambiar a la política fiscal en el sentido de aplicar impuestos
progresivamente, haciendo que contribuyan más al desarrollo del país los que
más se benefician de los recursos humanos y naturales de la Patria, de mejoras
de salario y de empleo, de reorientar el gasto público para apoyar a mejorar su
calidad de vida a las masas más amplias, lo que dicho sea de paso no se
conseguirá por la vía de programas de transferencias monetarias por tarjetas o
por el medio que sea, que mejorar los niveles de seguridad, por ejemplo, no se
puede conseguir solo por el gobierno estatal sino con decidido y sostenido
apoyo de la federación. Sin embargo, ese es el reto que enfrentará el nuevo
gobernador: superar el abandono de los programas de vivienda popular, la
desatención a los servicios en las áreas donde se concentra la mano de obra que
sostiene a Baja California como uno de los estados que más aportan a la
economía nacional, aumentar la seguridad pero no solo para las zonas
comerciales o gastronómicas de los de mayor poder adquisitivo, sino también
para “los olvidados”, como bautizaran Alcoriza y Buñuel en su inmortal película
a los habitantes de los bolsones de pobreza y cinturones de miseria que existen
en las grandes urbes, como en nuestra Tijuana; apoyar la educación, tema en el
cual han resultado terriblemente lastimados los profesores, abandonadas las
escuelas públicas, sobre todo, en esa misma línea de discriminación clasista,
las de los más humildes, la salud de los que se sostienen en la economía
informal, el desarrollo cultural y deportivo, particularmente entre los
jóvenes. Ello en medio de la tentación de atender más a los compromisos
partidistas que a la población que votó desilusionada de 30 años, en medio del
peligro de repetir lo que hicieron los panistas. Quizá, con todo lo complejo
del estado, ese sea el gran reto de Bonilla, sean dos o cinco años: gobernar
para Morena o gobernar para todos. Por el bien del estado, mucho éxito.