Primeramente, agradecer a Dios y a mis padres quienes, con su ejemplo, con amor nos alentaban a nunca perdiéramos la fe hasta lograr lo que hoy es nuestra profesión, ustedes como maestros y yo como periodista.
Decirles que los felicito por su vocación de
servicio en la enseñanza y elogio su compromiso de transmitir con amor sus
conocimientos hacia tus alumnos, decirles que desde el cielo papa y mamá han de
estar felices porque ustedes están contribuyendo en la formación de sus alumnos,
dedicando tiempo su aprendizaje y están haciendo posible que den grandes pasos
para aumentar sus conocimientos.
Por ello, yo también les agradezco que, con su
motivación e inspiración, han estado dispuestos a enseñar a la niñez a
encontrar el valor del aprendizaje, disfrutarlo y aplicarlo para que el día de
mañana sus alumnos sean grandes emprendedores.
Agradecido con Dios porque ustedes son maestros
exigentes, disciplinados y apasionados, felicito su esfuerzo y trabajo honrado
hacia el enriquecimiento de sabiduría que imparten hacia sus alumnos. Gracias
por su noble e importante labor.
Todo ello gracias a Dios, porque desde pequeños nuestros
padres nos enseñaron el valor de ser responsables, felicito también, por
supuesto, a todos los maestros que con su aporte en la educación forman líderes
para el futuro de un país, sabiendo y conociendo que su labor es ardua, que su
vocación de servicio es noble, merecen nuestro respeto y agradecimiento.
Me queda claro que ser docente es ser creativo y apasionado
por su profesión, me alegra que lleven el talento en la sangre y que transmitas
a sus alumnos esa actitud enriquecedora para su porvenir.
En lo personal, les agradezco profundamente su
esfuerzo, tiempo y dedicación, porque han estado pendiente del aprendizaje de
sus alumnos sin importar enfermedades, problemas económicos e incluso
familiares por el único deseo de estar frente a sus alumnos.
En una ocasión
escuché decir a alguien que el esfuerzo que no se reconoce termina en desaliento.
Esa expresión quedó almacenada en mi memoria como una norma de vida que he
procurado no perder de vista en mi vida personal y en mi ejercicio periodístico.
Y porque creo en ese
principio, les escribo para reconocerles el mérito de ser maestros(as) en este
día en el que se rinde homenaje a todos los que han optado por esta noble
profesión.
Y como la vida tiene
tantas posibilidades de ser fructífera como uno se proponga, deseo a cada uno
de ustedes lucidez intelectual y equilibrio interior para que las utopías que
iluminan el horizonte de su vida profesional les permita recorrer un trayecto
caracterizado por el compromiso con la educación y pleno de las gratificaciones
que proporciona el trabajo bien realizado.
No cabe duda que, en
ese ejercicio profesional, que tiene sus sombras y luces como toda actividad
humana, habremos de encontrar la misión que necesitamos cumplir en momentos tan
cruciales como el que nos ha tocado vivir. Pero nada importante se consigue con
facilismo y la educación no escapa a esta realidad.
Por su dedicación permanente, por los esfuerzos que realizan, por no dejarse subsumir por el desaliento propio de los tiempos difíciles y conservar la esperanza de educar para un mundo mejor: ¡Mis felicitaciones del alma! ¡Feliz Día del Maestro y la Maestra! Dios les bendiga.
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